domingo, 9 de agosto de 2009

Casi una historia - La despedida

Casi una Historia (Presentación).

La despedida


Hoy es mi última noche en Lima. El vuelo sale mañana a las seis de la tarde. Kike me dijo que cerraría el local para poder pasar la última noche con su pata Rubén. Francamente a veces me sorprende ese compadre. Dentro de esa caparazón de hombre de mundo se esconde otra persona. Como va su negocio en estos días, cerrar una noche no sale barato. Por fin llegué. Cuadro el carro y le doy un saludo a Carlos, el guardián. “Pase señor” – me dice – “El señor Enrique lo espera”. Cómo cambia la cara de un local cuando las luces están apagadas. En la barra estaba mi amigo, en plena agitadera de uno de sus tragos especiales. “Oiga Rubenciño!” – me dijo al tiempo que dejaba a medias el trago y venía a darme un abrazo. “Habla Kike, qué tal hermano!” – le dije alegre, – “puta que te alucinas vampiro huevón, o eres un coñete de mierda. Todo está recontra oscuro”. “Así es la crisis pues” – me contestó. De pronto cambió su expresión a la clásica cuando me quiere joder –“ya no te me pongas sabroso carajo, vienes a criticar mi establecimiento”. “Ven” – me dijo – “te tengo un nuevo invento, pero tienes que tomártelo de un solo trago, sino no me hago responsable”. Me dio un trago que me hizo recordar esos brebajes que te hacen beber las brujas que tiene patas de sapo, alas de murciélago y esas huevadas. Obediente tomé de un solo trago y sin respirar el dichoso preparado. Sólo atiné a mirarlo fijamente al tiempo que terminaba de pasar el volcánico líquido y guardaba una nota mental para buscar a primera hora mañana dónde hacían transplante de estómago. Me terminó de rematar cuando me dio dos palmadas en la espalda, nada suaves por cierto, “¿Verdad que está bueno?, lo voy a llamar Terminator”. Sólo le sonreí mientras cogía la barra con una mano mientras terminaba de recuperarme. “Mientras que conversamos ayúdame a acomodar unos cables que están en el escenario”. “Bueno, “ – le dije, y luego agregué riéndome – “pero mi hora de chamba ya acabó”. Ya en el escenario, caminando medio a tientas, Kike me dijo – “Cuando te diga ya, activas el interruptor que se encuentra a tu izquierda, ¿estamos?”. “Ok” - le respondí. “Ya!” – encendí el interruptor y en verdad no podía creer lo que estaba ante mis ojos.

Sorpresa! resonó en todo el Karaoke. No menos de setenta personas llenaban el local de Kike. Había logrado juntar a mucha gente que no veía hace tiempo. Pasé rápidamente la vista y observé que habían decorado el local como si fuera fiesta de año nuevo, con las luces de discoteca de Kike, serpentina, globos y todos tenían serpentina alrededor del cuello, alucinante. Toda la gente estaba gritando alegre, algunos tenían esos silbatos de papel que se usan en las fiestas. Kike me miró y con la cabeza hizo un gesto para que volteara a mi espalda. Volteé y observé unos instrumentos sobre el escenario, reconocí la calcomanía de la guitarra de mi hermano. al tiempo que Kike gritaba “Hey gente! Creo que hay cierto grupo que todos quieren escuchar, ¿no?!” Yo estaba todavía medio atontado por la sorpresa, y me terminé de sorprender mas cuando vi que de entre la mancha avanzaban los del grupo. Estaba Sergio, que había venido a acompañarme en el regreso. Estaba entre ellos Dr. Power, completamente rapado para disimular su creciente calvicie y con sólo el recuerdo de aquella cabellera que según él simbolizaba su rebeldía ante la sociedad de consumo. Estaban Carolina y Jénnifer, las chicas del coro, pero no vi a María Isabel. Los muchachos se acomodaron en el escenario y dispusieron los instrumentos. Mi hermano se acercó a mi sonriente y me cogió del hombro – “Ahora ya sabes porqué vine. Teníamos que hacerlo una vez más.” Erick comenzó a tocar el bajo y toda la gente comenzó a gritar y hacer una bulla como si fuera concierto de los Stones. Erick miró a Sergio, sonrió y cambió las notas que tocaba a la tonada que caracterizaba una de nuestras canciones mas rockeras La batida, la cual compuso Sergio cuando a Alberto lo agarró la batida y estuvo una noche en la comisaría. Ya hacía varios, mejor dicho muchos años que no tocábamos juntos y no se cómo saldría esto, pero la alegría de todos me contagió y me hizo sentir que esa noche nada podría salir mal. Al sentir la música y el ritmo jugando con mi sangre, al sentir la batería retumbando en mi pecho y mis oídos y haciendo vibrar mi interior, mi mente se transportó a aquella época de sueños e ilusiones, en ese instante recordé la letra de todas nuestras canciones, cuando entrar, nuestros juegos en escena, en fin. Sentía que todo estaba en su lugar. Comencé a cantar olvidándome de todo, mirando al resto del grupo y observando como, si bien en apariencia todos habíamos cambiado, nos unía la misma chispa en la mirada. La gente comenzó a corear la canción y alzar las manos divirtiéndose de lo lindo. Sergio demostró que su habilidad con la guitarra estaba como nunca haciendo un solo que parecía Santana. Dr. Power nos marcaba el paso con toda su energía. La canción terminó con un final de antología entre guitarra y batería y la gente simplemente, estalló. Sergio me miró y dijo “Oye Rubén, ¿no crees que hora de un poco de ritmo?” – Yo ya sabía lo que eso significaba - “Bueno, Sergio, haber que dice la gente.” – “Ustedes quieren ritmo?!” – grito Sergio a la gente. Un grito afirmativo retumbó en todos los rincones del local. “Bueno pues, ustedes lo pidieron.” Mis primos, que estaban también en el escenario, cogieron los cajones y comenzaron la introducción de Ritmo Moreno. La mancha celebró la canción con júbilo y comenzó el baile todos contra todos. Comencé a cantar recordando aquella noche de playa alrededor de la fogata y recordé mi baile con Karen y canté como nunca lo había hecho, para que donde estuviera me escuchara. Uno de mis primos dejó el cajón y se puso a mi derecha para comenzar nuestro juego del zapateo, y al ritmo del cajón comenzamos a jugar haciendo cada uno los suyo. La gente seguía con las palmas el ritmo, quedando sorprendidos los que nunca nos había visto bailando así. Todos en escena éramos uno, y el ritmo nos unía con la gente. Vi como Alberto tocaba la batería mientras tenía vista humedecida por la emoción. Sabía, y creo que todos nos dimos cuenta, que esta noche era única e irrepetible. Mi primo y yo estábamos bañados en sudor, pero la risa no se acababa, luego volví a entrarle al canto cuando Sergio me avisó con la guitarra y todos, voz, coro e instrumentos acabamos sincronizados, como si estuviera el tiempo marcado en nuestro inconsciente. La gente no sabía que hacer de la alegría.

Al terminar la canción, y entre la algarabía de la gente, Kike subió al escenario cogió el micrófono y dijo: “Bueno people, esta noche la juerga se arma para despedir a un pata, un amigo, un hermano. Rubén,” – volvió la vista hacia mí – “espero que nunca, pero nunca, te olvides de tu gente. Puta porque sino, yo mismo viajo y te saco la mierda” – concluyó entre las risas de todos. “Ahora, todos a bailar carajo, y esta noche el que no chupa pierde” – dijo Kike, al tiempo que hacía una seña al DJ para que empiece la música. Miré a mi amigo, que una vez mas me había sorprendido. Kike se acercó a mi, me tomó del hombro y me dijo – “Esta es tu noche tigre, vívela como nunca”. “No me lo tienes que pedir dos veces” – le contesté riéndome. Ni bien terminé de hablar, Carolina me jaló del brazo – “ya, ya, sólo falta que se besen. Menos charla y mas movimiento”. La canción que sonaba en ese instante, era “Boom Boom” de Chayanne, maldita. La gente, la música, la alegría, amigos de siempre. Sentí que esta noche era sólo para mí. Esta no era una noche para la tristeza, la melancolía,...la soledad. Parecía que la letra me lo decía todo.


Libera tu energía,

las cosas malas fuera de tu vida

que suenen las campanas,

que a cada día hay que ponerle ganas

mezcla el sabor, con gotas de sol

y bate fuerte que la noche es mágica

fuego y pasión a todo color

arriba los sentidos y baila, baila, baila “.

En otro momento de la reunión estaba hablando con Sergio y Alberto y sentí el vibrador del celular. Observé quién llamaba – “Mary” - dije para mí. Me alejé un poco de la bulla, cosa muy difícil, para contestar. “Aló Mary, ¿se puede saber que pasa que no estás acá? Tienes cinco minutos para decirle a Andrés que te recoja y vengan” – Ella me contestó “Sorry amiguito, hoy no me siento bien” – sentí algo extraño en su voz, no estaba como siempre. “¿Qué tienes Mary? – le dije con un tono mas serio. “Nada, estoy con una gripe que me tumbó en la cama. Rubén, yo...yo quería decirte....” – me dio la impresión que su voz se entrecortaba – “No te escucho bien, ¿qué dices?” – hubo un instante silencio por el otro lado de la línea. “...quiero que esta noche te diviertas un montón Rubenciño, de seguro que por allá está la chica de tus sueños. Mañana nos vemos en el aeropuerto”. “Bueno Mary, no te me pongas tristona que esa no eres tú, se supone que tú me levantas el ánimo a mí, ¿recuerdas?” – escuché que Alberto me llamaba a gritos, creo que también lo escuchó Mary – “Amiguito, la siguiente chela es a mi nombre, ¿eh?. Hasta mañana.” “hasta mañana Mary,” – le contesté – “ y cuídate. Sino me vas a contagiar y vamos exportar gripe peruana”. Colgué un poco extrañado, pero la gente que me llamó no me dejó profundizar en aquellos pensamientos. La juerga recién, recién comenzaba.