domingo, 27 de abril de 2008

En vez

Descansa tus miedos
no vine a engañarte
llegué a construir
la mas simple verdad.

No estoy para herirte,
no quiero ser lágrimas
deseo ser viento
que las lleve lejos
y borrar cicatrices
dejando al olvido
en su lugar.

Inspira mis días,
para no ser ya más
quien tras la ventana,
te observa de lejos
y envidia al sol
al imaginarme
cómo éste recibe
la primera caricia
de tu despertar.

Llévame pronto
con tus labios
a ese lugar
donde aún no he llegado,
bendice los mios
con un beso largo
has un truco de magia
con tu mirar.

Yo soy sólo yo,
ni más que muchos
ni menos que tantos.
Pero se que tú,
si cierras los ojos
puedes ver más,
mucho más,
de lo que oculta la piel.

Soy mis ideas,
aspiraciones,
soy mis pasiones
y creaciones,
soy mis temores
y el duelo con ellos,
soy quien se reinventa
para volver a empezar.
Soy con mi voz
y un par de canciones
las ganas de vivir
que respiras en mi.

En vez de alejarme
por no complicarte
respira profundo,
abre tu alma
y sonríe con paz.

Vuelve a mirarme,
en esta película
no veas actores,
no veas paisajes,
cierra tus ojos,
despide presiones
y encuentra en mi
al fin tu lugar.

viernes, 18 de abril de 2008

Casi una Historia - Las últimas páginas (cuarta parte)

Casi una Historia (Presentación).
Las últimas páginas (primera parte).
Las últimas páginas (tercera parte).

El paradero (continuación)

Kike, que me observaba como si fuera de otro planeta mientras le relataba los hechos. “Oye Rubén,” me dijo Kike, “tú sabes que los hombres tenemos la cualidad única de tener dos cerebros en dos lugares diferentes y me parece que uno de los tuyos no funciona muy bien. Cómo mierda ha pasado una semana y todavía no te haz acostado con esa flaca. Puta, me parece que siempre te digo lo mismo, ¿Sabes cuál es tu problema?, cuando vez una flaca con buena fabricación quieres que sea la madre de tus hijos. Las idolatras como mierda no tienes idea y las conviertes en inalcanzables. Para tu información, las hembritas que no son tu mamá o tus hermanas, se convierten en flacas comunes y silvestres que son agarrables”. “Agarrables” le increpé, “si pues, osea que son candidatas a un planetario, aguirre o como lo quieras denominar”.

Y así transcurrieron aquellos silenciosos e iniciales encuentros en el paradero. Cuando estaba acompañado de mis dos amigos, ella permanecía muy lejos de nosotros, pero cuando estaba yo sólo, la distancia se acortaba.
Pero algo que noté y que impedía acercarme, era su mirada. Si, esa mirada fija, fría, distante, recelosa, inmutable.

Poco a poco y sin saber mi ritmo de vida se fue viendo afectado y sin caer en cuenta fui retrasando o adelantando mi salida de casa, de tal manera que casi siempre coincidía con ella en el paradero. No te puedo negar que en repetidas veces me sentí invadido por el impulso de hablarle, pero simplemente su mirada y la falta de imaginación de mi parte para encontrar una forma de abordar que no ralle en lo estúpido o trillado como el milenario y mítico “¿disculpa amiga, qué hora tienes?”, o “parece que el carro se demora, ¿no?”. Te cuento que incluso una vez, estuve a su lado, de pie en el ómnibus y simplemente, entré en estado de animación suspendida: manos húmedas, escalofríos por la espalda y como siempre, ella inmutable y distante, observando a través de la ventana.

En las ocasiones en que desafortunadamente coincidía con Arturo y Carlos, mantenía mi postura indiferente ante la misteriosa chica del paradero, sin embargo, al ya saber que viajábamos juntos en el carro, estos escandalosos de mierda no paraban de estropear todo. Me despedían diciendo “Ya sabes Rubén, ataca y la primera va por tus patas”. Yo caminaba hacia el carro volteando a verlos con un gesto de menosprecio al más puro estilo de “por favor, cómo crees que me voy a fijar en ésta”. Ya me imaginas a mí subiendo como un termómetro al ómnibus al saber que por la corta distancia ella podría haber escuchado dicha estupidez. Quizás estas habrían sido las líneas finales de aquella anecdótica situación, pero tu amigo hizo algo inusual.

Aquella mañana de viernes, me sentía contento pues durante la noche había estado en el chat con mi hermano Sergio que como ya sabes vive en Miami, el me contó que mi cuñada tenía dos semanas de embarazo y muy pronto tendríamos el primer Salazar Vidal gringo. Estuvimos hasta tarde brindando en casa y mi madre comenzó ha proyectarse hasta que el chico (juraba que su intuición no fallaba y que sería niño) entraba a la Universidad creo. Con ese espíritu inicié mi día pensando que también tenía derecho a iniciar una historia de amor. Fui al paradero y allí estaba, miré a los lados y no había rastro de la dupla maldita. No tardó mucho en llegar el carro y subimos. Milagrosamente, el carro no tenía gente de pie y mi chica de rojo se sentó justo frente a la puerta de salida, donde había dos asientos libres. Esta vez estaba ya no con saco, sino con un chaleco rojo. Haciéndome el despreocupado caminé lentamente hacia el mismo lugar para así ocupar el asiento restante. Ella como siempre, se sentó al lado de la ventana. Sacó un libro, que a juzgar por el tamaño y el grosor debía ser una novela, pero por lo pequeño de las letras no vi de qué se trataba. En ese momento, cerré mis ojos por un segundo, tomé aire y decidí dejar que mi corazón tomara el control de la situación (Continuará).

Las últimas páginas (quinta parte) >>
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