lunes, 14 de julio de 2008

La sonrisa desde cielo

Hace poco estuve después de mucho tiempo en una misa. Si, esta entrada es una prueba que la iglesia sigue en pie, pese a que estuve presente toda la ceremonia, y recibí la bendición. No hay nada que hacer, Dios nos quiere a todos.

Siempre se dice que la lectura de la palabra encierra un mensaje general y a la vez un mensaje único y especial para cada uno de nosotros. Me pareció muy nutritivo para el interior eso de "no te conformes con cumplir". Esa es una frase que se aplica a todos los aspectos de nuestra realidad, en nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro corazón y por supuesto, el espíritu. Siempre la sociedad nos impulsa a hacer sólo lo necesario, aún cuando todos venimos al mundo con una serie de cualidades y dones que podemos utilizar transformando de algún modo, para bien, la realidad que nos rodea. Con cambiar la realidad que nos rodea no me refiero a que con un tronar de dedos vamos a saciar el hambre del mundo. La realidad es la representación de todas nuestras percepciones y comienza desde lo más simple o cotidiano que nos rodea y con quienes interactuamos.

La mente como siempre, nos juega a las escondidas por momentos, pues en un instante puede irse corriendo hacia otro punto de nuestra vida sin que la podamos alcanzar y mucho menos detener. Nos traslada sin permiso a otro espacio y tiempo. Mientras estaba sentado durante la comunión, escuchaba las canciones del coro de esa iglesia, recordando en silencio aquellos tiempos en que yo formaba parte de un grupo parroquial. Creo que eso influyó mucho en mi forma de ver el mundo, fue una etapa que terminó, pero que como otras, colaboró en dar forma a quien soy y me ayudó a expresar y desarrollar importantes aspectos de mi como persona. Vino a mi mente aquella noche en que estaba en la zona del altar de una iglesia en un matrimonio, junto con mi amiga del grupo con quien tenía que cantar a dúo un tema que querían los novios, y vi tantos rostros frente a mi observando en silencio lo que estaba por comenzar. Felizmente nos resultó todo tan bien que una mamá me contó que casi se para a aplaudir pero se acordó que estaba en una misa.

Observé y aprecié el entusiasmo con que los chicos de esta misa donde estaba, entonaban las canciones que de seguro habían estado ensayando durante la semana, o quizás el sábado como sucedía en mi caso. Yo, como siempre con mi deseo de vivir por la ruta complicada y hacer cosas de una manera distinta, no me conformé con aprender las canciones. Las canciones no siempre eran de mi agrado, sobre todo cuando tenían una melodía muy triste o una oración convertida en letra de canción con rima forzada. Es así como, de una manera casual y sin mucho recurrir a metáforas o abstracciones, escribí mi propia versión de lo que sentí podría ser una canción para la misa, hasta me imaginé el juego del coro al interpretarla, y le puse por título Tú Señor. Como muchas de las canciones que he compuesto, nunca salió a la luz, la llevo latente en mi mente, letra y música. Esa fue mi forma, imperfecta y humilde, de mostrar gratitud a mi amigo incondicional de arriba, por esta vida y los regalos que con ella he recibido. Lejos quedaron esos tiempos del grupo, atrás quedaron las vivencias con las amistades, envueltas en la distancia y los caminos diferentes de la vida, pero se bien que parte de quién soy, tiene raíces ahí.

Ya finalizada la misa, a la salida caminaba por el parque relajado, cantando para mi esa canción, que me hace recordar siempre, de qué lugar nacen las sonrisas de verdad.

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