sábado, 29 de marzo de 2008

Casi una Historia - Las últimas páginas (segunda parte)

Casi una Historia (Presentación)
Las últimas páginas (primera parte)

El verano

Ya en otras páginas te he contado compañero, las diferentes aventuras que he compartido con mis amigos del club, pero sin embargo, lo que a continuación procederé a relatarte, ocurrió aproximadamente un año antes de que te conviertas en mi diario.De todos mis amigos del barrio que después se convertirían en la mancha del Club, Kike llegó a ubicarse entre los mas entrañables y leales, pero no siempre fue así. Kike, desde chico siempre fue pues, Kike. De una u otra manera se convirtió en una especie de líder del grupo, y su casa fue por así decirlo, nuestro cuartel general cuando aún no comenzábamos a frecuentar el Club. Pero, como nada es perfecto, cuando estabamos dispuestos a pasarla excelente, venía a aguarnos el pastel Karen, su hermanita querida, una nena pequeña y regordeta, para nosotros un ente poseído por el demonio y especializado en antojarse de los mas inexplicables caprichos y de acusarnos con sus viejos cuando estábamos por jugar con algo “prohibido” por sus papás. Aquella chiquilla se convirtió en nuestra pesadilla, pero no amilanó nuestro espíritu y poco a poco encontramos la manera de sortear el obstáculo, para sintetizarlo, la enana era una ladilla.

Fue en aquella época de adolescentes en que los padres de Kike tuvieron fuertes desavenencias y se divorciaron. Kike, si bien siempre ha sido especialista en hacerse el recio e indestructible,se vio muy afectado por ese hecho. Su madre viajó a Estados Unidos, llevándose con ella a la pequeña Karen, y Kike se quedó con su padre. Fue a partir de ese momento en que las cosas comenzaron a ser diferentes.

No me extenderé mucho en las chiquilladas de aquella época, pero lo mas saltante fue la idea de formar un grupo musical, intento que se vio truncado por la falta de apoyo de nuestros padres, pues cuando nos comenzaron a pasar la voz para cachuelear, teníamos que llegar a casa de madrugada. Los viejos de todos, que por cierto eran amigos que se veían hasta en la chamba, por lo del Banco, formaron una coalición que destruyó nuestros melódicos sueños. Pero, al inicio, y con todo el entusiasmo juvenil, nos reuníamos a ensayar en la casa de Alberto, el baterista. Era un vacilón ver a su vieja cocinando con orejeras pues no soportaba la bulla. Poco a poco fuimos agarrando cancha y compusimos varios temas, entre ellos Una Aventura en Lima, La Academia, Perdóname Amor, Que hacer el Domingo, entre otros. A mi me tocaba la parte de la voz, mi hermano tocaba la guitarra, y las chicas, entre ellas Maria Isabel, se encargaban de los coros. Aprovechábamos las vacaciones del colegio para ensayar más y como muchos adolescentes, hacíamos planes para cuando estuviéramos en la cima. Cuando terminamos el colegio acordamos seguir ensayando en las vacaciones de las universidades e institutos de cada uno, prometiendo a nuestros padres que sólo era como entretenimiento y que descuidaríamos de ninguna manera los estudios. Para mi, ese verano representaría mucho mas que un periodo de descanso.

Recuerdo que en Diciembre, Kike me comentó al vuelo que Karen venía a pasar las vacaciones de verano a Lima. En aquel instante sólo le dije “Oh, oh. ladilla a la vista”. Pero sin embargo Kike, como buen hermano (en el fondo Kike era recontra blando) organizó un paseo a Ica, donde yo tengo unos tíos por parte de madre en Chincha. Ya había caído con la gente por allá, así que mis tíos conocían a todos muy bien. El viaje comenzaba el cinco de enero, fecha de la llegada de Karen y estar una semana. El plan era reunirse en la casa de Kike e irse para Chincha. Pero, como tu amigo Rubén tiene una suerte que para qué te cuento, en diciembre tuve un accidente y me tuvieron que enyesar la pierna, impidiendo que estuviera en el punto de encuentro el cinco. Si embargo, como el yeso me lo quitaban el siete, le dije a Kike que los alcanzaba allá (claro, después de la correspondiente sesión rogatoria en casa).

Tal y como lo había previsto, el ocho me encontraba viajando a Chincha, con la correspondiente maleta de encargos para mis tíos, la cual pesaba mas que mi mochila de viaje. Aparentemente, mis padres se estaban mudando de a pocos a casa de mis tíos.

Ni bien llegué, procedí a caer en casa de mi familia. Mi tío José ya estaba en la puerta acompañado de Apolo, un perrito muy cariñoso que rápidamente corrió hacia mi al reconocerme. Luego de los respectivos abrazos de bienvenida y de cambiarme de ropa, procedí a dar el alcance a mis amigos, que según mis tíos, estaban en la playa. Tomé un colectivo y avancé entusiasmado a su encuentro, pensando como vacilar a la gorda Karen.

Al llegar a la playa, la cual estaba premiada con un sol radiante, lo primero que hice fue buscar la clásica carpa verde con amarillo de María Isabel y la sombrilla blanco con azul que había llevado mi hermano.

No tardé mucho en ubicarlos, y conforme me fui acercando comencé a reconocer a la gente. Lo que me ayudó también, fue la kilométrica melena de Alberto, nuestro baterista, a quien también conocíamos como Dr. Power. Ahí estaba toda la gente, pero no lograba ubicar a la gordita Karen. De pronto, las olas de mar dejaron de hacer ruido, y mi piel dejo de sentir la brisa. Mientras caminaba al encuentro del grupo y veía las manos de la gente moviéndose para saludarme, observé a una chica de cabello negro azabache, piel canela y un polito negro sin mangas y con el abdomen descubierto, junto con unos pantalones cortos de jean. Se quedó estática, observándome. Giró su cabeza ligeramente a la derecha y levantó sus lentes de sol, dejando al descubierto sus grandes ojos. Entrecerró los ojos para agudizar la vista y de pronto su rostro se iluminó con una sonrisa. Corrió junto con los demás a mi encuentro. Me sorprendió debo confesarte, pues hasta ese momento pensé que era amiga de uno de los muchachos. Me sacó de cuadro escuchar su voz con un tono alegre mientras avanzaba alzando su mano: “Hey Rubén, Rubén!”, con un tono tan familiar. Cuando estábamos frente a frente, mientras recibía el abrazo de la gente, me dijo: “Seguro que no sabes quién soy, ¿no?”. Ya a esa distancia, reconocí sus facciones. No puedo ni imaginarme la expresión de mi rostro, la cual hizo que todos soltaran una carcajada, incluso ella. “¿Karen?” atiné a decir. A juzgar por su apariencia, muy diferente a la que me imaginé encontrar, me pasó por la mente que el espíritu de Karen había sufrido una reencarnación.

Con cada día que pasaba, la inicial sensación de agrado y comodidad se fue tornando extraña para mí. La presencia de Karen nos hizo volver instintivamente a épocas donde no había mayores preocupaciones, donde la mayor aventura era explorar los territorios que estaban mas allá de nuestra acera, donde la compra de una bicicleta era un acontecimiento para el grupo, donde para arrastrarse de risa no bastaba mas que un simple comentario tonto.

En esos contados días, nos divertimos a lo grande. Recuerdo especialmente nuestro último playaso, cuando mis primos llevaron la guitarra y el cajón, mi hermano sacó su guitarra y nos pusimos a cantar canciones del grupo y otras que sabían mis primos, los cuales eran unos destroyers en zapateo. Te diré que con el trago amigo mío, me sentía nieto del zambo Cavero, y Karen, quien me sorprendió en aquella ocasión, me sacó a bailar, dejando sorprendidos a los presentes, entre los que obviamente me incluyo. Como tú ya sabes, la música negra es una de las debilidades de mi familia, y Karen era una compañera de baile perfecta, su ritmo, su forma de moverse, todo encajaba a la perfección. Aquella noche tuvo un aire casi mágico, como aquellas que deseas que nunca terminen y, en alusión a ella, compuse con mi hermano una de las últimas canciones del grupo: Ritmo Moreno.

Sin pensarlo y casi dejándome llevar, me fui sintiendo cada vez mas conectado con Karen. Su forma de ser era muy distinta de la niña caprichosa que había conocido. Tal como en el caso de Kike, pensé, la separación de sus padres la afectó de manera decisiva. Si bien en el caso de Kike alimentó en él el espíritu rebelde y hasta cierto punto soberbio y egocéntrico, en Karen sembró la calma y serenidad, pero también la energía y vitalidad, los cuales contrastaban con el anterior capricho y engreimiento, pues ella tenía de cierto modo que apoyar a su mamá, que tenía un carácter no tan fuerte.

Pero, siempre hay un pero, Kike seguía viendo en ella a la niña que se había ido, y a la cual había que proteger. Para él, su mejor amigo era también como el casi hermano de Karen y pues, ese tipo era yo. Me hacía sentir que ella era mi prima, mi hermana y le colocaba en la frente el parche de “intocable”, cosa que me parece una reverenda estupidez, pero que en aquel entonces me producía unos conflictos que no te imaginas.

Karen, supongo por la confianza que sentía, me daba constantes muestras de cariño. No tenía ningún reparo en abrazarme, jugar conmigo, engreírse conmigo, en fin, a veces me daba la impresión que se sentía bien a mi lado.

Tan solo bastó un instante para que aquel encuentro de verano cambiara mi vida. La noche del cumpleaños de Kike, Karen estaba preciosa. Recuerdo que estaba vestida de negro, lo cual resaltaba su porte espigado y sobrio. Parece que la noche se había esmerado en lucir sus mejores galas, pues la luna estaba llena, el cielo estrellado y sin mucho viento. La fiesta era en toda la casa y nos quedamos conversando un buen rato en la azotea. Con cada palabra me transmitía su forma de pensar, de sentir la vida y simplemente no me cansaba de escucharla. Ya entrada la noche, el cansancio se apoderó de nosotros, quedándonos sentados sobre un sofá que había en aquella azotea. Ella se recostó sobre mi hombro, y nos tapamos con mi casaca. Aquella noche sentí que Karen podría albergar el alma gemela que el destino había guardado para mí. Recuerdo que me quedé dormido deseando que algún día ella se despertara y me viera como el hombre con el que podría ser feliz.

En el último mes de sus vacaciones, ella me invitó a comer unas hamburguesas. Ya de regreso, estábamos caminando cuando me dijo: “Tengo algo que contarte”. “Yo también tengo algo que decirte” le contesté, pensando que el momento había llegado. “Así que copión, ¿no?. Entonces tu comienza”. Comenzamos a jugar uno de esos jueguillos que le gustaban. “Ah, ah. Comienza tú”. Ella inclinó su cabeza ligeramente a la derecha y dijo “Ok.” Recuerdo claramente aquellas palabras: “Mira Rubén, eres el chico mas lindo del mundo y creo que nunca me he topado con nadie como tú.” - Mientras ella me decía eso yo sólo atiné a sonreír – “realmente te haz vuelto una persona muy especial para mí. Es por eso que me atrevo a contarte algo que he mantenido en secreto.” – Ya mi corazón estaba saltando de nervios y mis oídos se empezaron a tapar – “Allá hay un chico con el que estoy desde hace un año.” – sentí que la sangre dejó de fluir y se transformó en tristeza – “En realidad no es muy simpático y a veces tenemos problemas, pero ha hecho muchas cosas por mí y por mi mamá, y eso no lo puedo olvidar.” – Ya en ese instante, hice todo lo que estuvo a mi alcance para mantenerme tranquilo y no mostrar un cambio en mi rostro. No se si lo habré logrado. “Ya antes de venir nos habíamos peleado, pero ayer me llamó y me dijo que quería arreglar las cosas”. Saqué todas las fuerzas que había dentro de mi para representar el papel del consejero. “Ojalá que todo salga bien Karen, pues realmente eres una chica especial y te mereces toda la felicidad del mundo”. Ella sonrió y me tocó suavemente la mejilla. Le rogué mentalmente que no hiciera eso. “¿Tú que me ibas a decir?” - En ese instante, era el payaso que trataba de hacer reír a su público – “Yo también he conocido una chica, pero está de viaje. Su family es del norte, pero todavía no pasa nada serio. Además imagínate lo difícil que es estar con cuatro flacas a la vez, ahora meterle una más”. La hice reír. A partir de ahí hablamos de estupidez y media, mientras rogaba que llegáramos rápido a su casa para dejarla e irme de ahí. Mientras me regresaba en la combi, estaba con el brazo derecho apoyado en el marco de la ventana y observaba los garabatos de nombres y corazones que algunos escriben en la parte posterior de los asientos. Instintivamente tuve que desviar la mirada para ver a través de la ventana, pues la humedad de mis ojos ya me dificultaba leer.

A partir de aquella noche, el payaso mi querido amigo, siguió representando su obra. Los días se pasaron lentos hasta su partida, terminando aquella tarde con las clásicas y protocolares promesas de que te llamo y que me escribes y que estamos en contacto. Me fui del aeropuerto pensando que el destino me había presentado a mi alma gemela, para llevársela de nuevo. Nunca le conté a nadie lo que significó para mí ese verano.

El tiempo se encargó de cubrir con resignación la pérdida de Karen, y pensaba que lo estaba superando, pero la noticia de que ella estaba embarazada, me destrozó el corazón, y ni siquiera pensé que en ese instante yo estaba con otra chica. Recuerdo que aquella tarde de domingo, fui a La Punta, y compuse mi última canción, “Estoy Aquí”, de la que te comparto parte de la letra.


Dónde estás,

preguntan las estrellas por las noches.

Cómo es,

preguntan quienes aún no te conocen.


Quisiera yo volar

fuera de la imaginación,

para alcanzar al fin tu corazón.

Sólo puedo cantar

regando al mar la inspiración

que haces tú crecer en mi interior.


Y estoy aquí,

esperando por ti.

Y estoy aquí,

Sólo,

sin tu calor.

Y estoy aquí,

escribiendo en sueños,

mi nombre,

en tu corazón.


Al año y medio siguiente, Kike me dijo que cayera en su casa para ver el video que había grabado su mamá de la hijita de Karen, Marcia. En un momento de la cinta, Kike se levantó para preparar más trago. En ese instante, la pequeña, la cual tenía el rostro de su madre, alzó sus deditos hacia la cámara quedando su manito a la altura de la esquina superior izquierda de la pantalla y yo, alcé mi mano y toqué el televisor, quedando nuestras manos juntas. Me imaginé jugando con ella y cogiéndola de su torso para hacerla volar. La pequeña, como si me estuviera observando, giró su cabecita suavemente a la derecha, tal como lo hacía su mamá. En silencio pensé “Hola princesa, no se porqué el destino es tan injusto. No sabes cuanto hubiera dado porque me dijeras papá”. En mi mente, viejo amigo, apareció la figura de Karen y le deseé de verdad que fuera feliz...aunque sea...sin mí.


Casi una Historia (Presentación)
Las últimas páginas (primera parte)
Las últimas páginas (tercera parte) >>

No hay comentarios.: