Casi una Historia - Las últimas páginas (sexta parte)
Casi una Historia (Presentación).
Las últimas páginas (primera parte).
Las últimas páginas (segunda parte).
Las últimas páginas (tercera parte).
Las últimas páginas (cuarta parte).
Las últimas páginas (quinta parte).
La Piscina
Luego de lo ocurrido con la chica del paradero, pensaba que pasaría un buen tiempo sin preocuparme por asuntos del corazón.
El viernes se pasó lento y aburrido, con mi imaginación trabajando al diez por ciento. De pronto timbró el teléfono. “Aló buenas tardes” – dije con voz de pocos amigos – “Aló,” - se escuchó una voz – “¿con el pintor de brocha gorda Rubén?.” Era el negro Enzo, uno de los patas del Club. “Habla drilo, cómo estás?” –le contesté riéndome (le decíamos de cariño drilo, por lo de cocodrilo). “Acá pues brother, de guardia en la clínica. Mira Rubén, no tengo mucho tiempo para hablar y me falta hacer un culo de llamadas todavía, pero estoy comenzando por los infaltables. Mañana tengo libre y estoy animando a la gente para un meeting en la piscina mañana en el Club. De ahí puede salir un cevichito con sus chelitas y quién sabe, de repente la seguimos. Qué dices, ¿te apuntas?” – Bueno, después de las cosas que me habían pasado, pensaba que me venía de perilla – “Sale Doc, cuenta conmigo. ¿A qué hora es el meeting?”. “Alrededor de las diez y media para agarrar buen sitio, sino nos dejan sin perezosas. Bueno tigre, te voy dejando entonces, las enfermeras me reclaman. Tú sabes, todas quieren un pedazo de su negrito”. “Si huevón, cuéntame otra.” – le contesté en tono burlón – “Bueno Doc, hasta mañana entonces”. “Chaufa”- contestó él. Mientras colgaba el teléfono, pensaba que el fin de semana podría arreglarse después de todo.
Aquel día se tornó muy entretenido, todos en la piscina haciendo miles de juegos, almorzando luego y contando a los nuevos cómo nos conocimos y algunas de nuestras anecdóticas aventuras, muchas de las cuales están preservadas entre tus páginas. Como ya te conté, aquella chica me dejó impresionado; sin embargo, traté de hacerme el desinteresado y, sin dejar de ser amigable, me esforcé en no mostrar mi atracción. Llegué al punto de caminar ligeramente delante del grupo en algunas ocasiones, bueno, ya conoces mis clásicas. Cuando nos tocó despedirnos, cosa que para nada deseaba, solo me salió un “me dio mucho gusto conocerte Carla”. “A mí también me dio mucho gusto conocerte Rubén” – me respondió ella, al tiempo que me daba un beso en la mejilla (pensar que estuve a tan pocos centímetros de sus labios) y luego partió con su primo Miguel. Ya de regreso a casa, me asaltaron los recuerdos de aquel día y poco a poco su imagen comenzó a ganar terreno en mi mente, pero me dije “Vamos Rubén, déjate de alucinar, seguro que la flaca está en otros planes y en ellos, para nada estás tú”.
Las últimas páginas (séptima parte).
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